Me sorprendo de verme mirando a la luna, y en el divagar del momento me he puesto a imaginar que solo por un instante paseaba por las sendas inexistentes del polvoriento satélite.
Momento dulce, pues la soledad allí es absoluta, sin la presión de la gravedad que a la tierra nos ata. Sintiendo por un momento la necesidad de saltar al vació y tocar las estrellas inagotables de luz.
Sensaciones de libertad, paraíso mental, la locura es sana y lo razonable es el mal de la humanidad.
Continuo mirando al enorme pedazo de roca y empiezo a comprender por que los lobos aúllan a la luna. Animales que viven en manada, pero que en el fondo son seres solitarios que con sus gritos de angustia llaman a la belleza que se alza en el cielo.
Cientos de años han pasado y aun sigo mirando la hermosura que en mis ojos se refleja con un brillo deslumbrante.
Ahora soy yo el que aúlla a la luna, pues mi deseo se cumplio.
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